La educación más que cualquier otro recurso de origen humano es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social

domingo, 18 de julio de 2010

Memoria 8



Memoria 8
“Caliente, después te pega escalofrió”


Lo difícil a veces de la vida militar es que se tienen que cumplir órdenes o misiones a pesar de la discrepancia que se tengan sobre ellas dice Alfredo.

Ese día Alfredo aún con la espinita que paso a paso se profundizaba más debido a la muerte de su amigo, se dirigían rumbo a la torre a la que había que dar seguridad.

Los hombres se ordenaron en sus posiciones, se pusieron cómodos, uno que otro se echaba el tan anhelado cigarrito.

Como a las 5 de la tarde, se nublo todo, las gotas de agua comenzaron a salpicar la cara de los soldados, el polvo se puso de un color oscuro, casi negro, las botas se sumergían en el lodo, los uniformes se fueron poniendo pesados debido al agua que acumulaban y poco a poco el frió fue inundando el ambiente. No quedaba más que cubrirse con lo que se podía, o recostarse en algún árbol o piedra que hicieran de ese momento un recuerdo y no una pesadilla.

Dos horas más tarde la lluvia comenzó a disminuir y el sueño a invadir los rostros de aquellos soldados cansados, desilusionados y tristes. Alfredo se disponía a descansar sobre una hamaca que había colgado en el tallo de dos palos de marañón. Se balanceaba de lado a lado tratando de conciliar el sueño, cuando en esos momentos un presentimiento se le vino a la mente y decidió bajar de la hamaca y dejar tan solo su mochila que se había convertido en su mejor compañía, ya que había estado con él en muchas batallas y más de alguna vez le había salvado la vida.

La hamaca se balanceaba tan solo con la mochila de Alfredo, mientras él estaba recostado por debajo de ella. Los minutos pasaron, las horas se hacían eternas y la noche parecía nunca acabar.

En fin, a eso de las 3:30 de la mañana se comenzaron a oír los malditos chasquidos de las balas de los AK-47, y se veían pasar un montón de luces como de fuegos artificiales, (eran las luces de las balas)

La hamaca de Alfredo fue completamente destrozada a balazos, ni que hablar de su mochila, el batallón respondió el ataque, viéndose superado en cantidad; y no es que los hubiesen contado, más bien, se sentía por la cantidad de luces que se veían. 45 minutos después los guerrilleros estaban ganando terreno, varios soldados estaban muertos, otros tantos heridos y alguno que otro los nervios los traicionaban y las manos no les respondían a la hora de disparar. La cuca, sobrenombre de uno de los soldados, recibe un balazo en el hombro, inmediatamente él se para y comienza a gritar: “Mi teniente me dieron, me dieron”, el instinto de hermandad que sale a flote en esos momentos no espero, y Alfredo sin dudar un segundo se balanceo sobre la cuca, arrojándolo hacia el suelo y quedando él sobre el soldado, Alfredo le dijo en voz baja: “Cállate, cállate hacele webos” y con la palma de su mano tapo la boca de la cuca. Segundos después el momento más triste y doloroso para el teniente, se escucharon aproximadamente unos 10 disparos de los cuales 6 impactaron el cuerpo de Alfredo, la sensación es indescriptible dice Alfredo.

“Se siente caliente caliente”, luego se le aflojo algo por la pansa y no era precisamente el cincho, mucho menos el uniforme, Alfredo coloco su mano en la parte del ombligo e inmediatamente sintió el escalofrío más abrumador que jamás haya sentido y fue porque precisamente puso sus manos sobre sus tripas, la bala expansiva del AK-47 había dejado un orificio al salir tan grande como el de una cesaría de un parto.

Luego de la sensación caliente y el escalofrío tuvo que venir el dolor, ese dolor insoportable que va desde la punta de los pies hasta la coronia. Alfredo se dejo caer al lado de la cuca y solo tocaba aguantarse el dolor mientras los guerrilleros botaban la torre, tomaban las mochilas, fusiles y todos aquellos tiliches de los soldados. Alfredo pudo observar a unos 8 cuando tomaban su mochila o lo que quedaba de ella y entre el dolor, tomo su fusil, estaba decidido a morir en batalla, cuando uno de sus soldados le dijo: “No mi teniente, nos van a rematar” y posteriormente Alfredo se percato que estaba sin sus dos pies, pero vivo. Alfredo respiró ondo, y entre lo oscuro y la maleza se quedaron esperando a que se fuesen los guerrilleros.

A las pocas horas de esa batalla, en la Radio Venceremos, se oficializaba el triunfo de una batalla importante para la izquierda en esos momentos, Alfredo era anunciado como muerto entre gritos y celebraciones por parte de sus adversarios.

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