La educación más que cualquier otro recurso de origen humano es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social

lunes, 12 de julio de 2010

Memoria 7



Memoria 7
“Que jodido es perder un amigo”


Es difícil de aceptar, y es más difícil de creer, que en toda guerra lo normal es que haya muertos en ambos bandos, en esos años era común encontrar cuerpos en las calles y parques, muchas veces estos no eran producto de los enfrentamientos entre la FAES y la guerrilla, pero eso es harina de otro costal como bien diría mama concha.

Una tarde similar a la de estos inviernos agobiadores que vivimos, donde los truenos se cambiaban por bombas; Alfredo había dejado el batallón Atlacatl (que eran conocidos por su famoso minuto loco, que no era más que disparar mil fusiles G-3 durante un minuto) vaya que era uno de esos batallones a los cual la guerrilla le huía, y no era para menos eran mil soldados con un adiestramiento similar a los RANGERS de los Estados Unidos.

Alfredo y su grupo de soldados se dirigían rumbo a un cerro ahí por Morazán, su misión era la de dar relevo a los que estaban ahí dando protección a un poste de tendido eléctrico que alimentaba toda la zona de oriente.

Caminando ahí por las vueltas de la calle panamericana, “la de oro”, a unas 3 horas ya de su destino, se encuentran con un grupo de guerrilleros que estaban descansando aproximadamente de unos 15 hombres, (probablemente eran de reconocimiento)

Alfredo y su grupo solo tenían dos opciones: La primera era esperar a que se fueran y la segunda era hacerles frente. De cualquier manera las consecuencias de las dos, jumm, era jodido, miré ahorita le digo por qué.

Si elegían la primera y esperaban a que se fueran, no lograrían llegar en el tiempo estipulado a su destino y ni le cuento lo que les pasaba con ese mes de pelotón y otros 5 meses embaucado en el monte; y la segunda era más emocionante, a lo mejor un poco más atrás de los 15 que estaban comiendo habían otros tantos, como para hacer una película, de cualquier manera era preferible quedar de héroe que andar con mariconadas como le definía el Capitán Agilares.

Así que Alfredo dijo: “hagámosle webos”, “Gata llévate a tres al flanco izquierdo y otros 4 al derecho, detrás de la lomita de cal, se dispara hasta que de la orden… o nos tiren primero” dijo sonriendo Alfredo.

Todos estaban en posiciones y con una zozobra un tanto emocionante a más de alguno ya le gustaba esa dosis de adrenalina que te da el jalar el gatillo y sentir la presión y los golpes que el fusil te pega en el pecho después de cada chasquido, aunque a veces esa emoción se convierte en miedo cuando te pasan los otros chasquidos cerca del oído o aún peor te pegan alguno.

El sol se había escondido, tenías unos 10 minutos de estar esperando por las de hule, como decía la Gata, no pasaba nada, más que ellos comiendo. Alfredo se comunico por señas con los flancos derecho e izquierdo, cuando este último se percato que por la parta alta de la llanura venían otros 10 guerrilleros más, lo malo no era la cantidad, sino la posición en la que estaba Alfredo, justo detrás de él y sus otros 5. Fui muy tarde, el flanco derecho comenzó el ataque a los 15 que estaban comiendo, Alfredo lo siguió y en cuestión de segundos los 10 que venían bajando se alistaron a responder al ataque, la Gata que estaba en el flanco izquierdo logró gritar a Alfredo. “Mi teniente atrás de usted”, le dijo. Alfredo y sus cinco se lograron mover hacia una roca y a cuestión de 50 metros se estaban enfrentando con los otros 10 guerrilleros.

Alfredo le dijo a Hernán Yanes (el segundo al mando después de Alfredo) “dispara cabrón dispara” y al tomarlo del hombro Yanes cae sobre las junglas de Alfredo, tenía tres disparos de un AK-47, una bala que entra con un agujero pequeño, pero atrás te deja uno que ni te cuento…… Alfredo se sorprendió, era su amigo desde que inicio la Escuela Militar, habían estado juntos en más de una batalla, habían llorado juntos sus muertos y más de alguna vez se una copita para celebrar que seguían vivos y como amigos.

Alfredo no lo creía, trago grueso y con un nudo en la garganta sabía que no se podía detener en ese momento a menos que quería seguir a su amigo Yanes, pero no era lo que su amigo Yanes hubiese querido para él, así que repelieron el ataque.

Minutos después Alfredo recogió el cadáver de su amigo, tomo sus placas le dio el fusil a la gata, la mochila al cabo y se lo hecho al lomo, caminaron por más de una hora hasta el punto donde pudiese bajar el helicóptero para llevarse los muertos y heridos. Alfredo lo puso en el suelo lo vio y hoy comenta: “Que jodido es que te maten a un amigo y más jodido aún verlo morir en tus manos”. Alfredo aún tenía que seguir su camino, no estaba herido, por lo menos de por fuera. Él y otros tantos traían heridas en el alma a las cuales no se les puede dar tratamiento ni cura más que con el tiempo.

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