La educación más que cualquier otro recurso de origen humano es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social

domingo, 18 de julio de 2010

Memorias de un Soldado



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Memoria 10



Memoria 10
“El fin de una historia sin recordar”


El terminar la guerra significaba aceptarse y acoplarse a una sociedad muy distinta a la que era antes de la guerra.

Alfredo ese día fue a conocer a su hijo, lo abrazo y con un poco de cólera pero aceptando por la vida que él había elegido, el suegro se había adelantado con el nombre de aquel niño.

Fue a una reunión, a la peor que jamás había asistido el teniente. Aquel amigo con el que hacía competencia de pechadas, el 200 y Alfredo 199; nunca más iba a haber revancha, lo saludo de abrazo y como si no había otra manera, si le daba la mano no iba a ser correspondido.

Y qué decir de Vip-Vip, aquel que siempre ganaba los 100 metros planos, jamás volvería a correr y mucho menos a caminar igual sin una de sus piernas o de Marcos el llamado Tiro Fijo, un pulso que tenía, fuera cual fuera el fusil, siempre pegaba; no volvería a ser el mismo sin su ojo. Y así muchos otros que no habían corrido la suerte de estos y había que irse a reunir con ellos, si se querían saludar a tres metros bajo tierra.

Alfredo miro al cielo, suspiró, se sentía jodido, pero podía mover sus manos, caminaba con dificultad por el dolor en la pansa, pero caminada, pudo mirar a su familia, sabía que tenía mucho que aprender de la sociedad, pero le dio gracias a Dios por estar vivo, por tener una segunda oportunidad en la vida, para reivindicarse, para vivirla al máximo, ser y hacer feliz y tratar de sanar esas heridas del alma.

Casi 20 años después de haber terminado el conflicto armado, Alfredo se pregunta si la guerra término por lo que sucede en las calles, ahora no es la Fuerza Armada contra la guerrilla, los bandos cambiaron, es la sociedad con la misma sociedad, el hambre contra la educación, el vivir contra el morir. El teniente, hoy mayor en reserva, no puede salir a las calles con su instinto de protección que aprendió en la Escuela Militar, ya no tiene el batallón con aquellos soldados tan fieles, la cuca, fuerzas perras, la gata ya no están con él.
Reconoce que hoy tiene una mejor arma y unos mejores soldados. La fe en Dios y la fuerza de su familia.

FIN

“Pie derecho y pie izquierdo, porque solo uno delante del otro, paso a paso, se puede llegar a los corazones de todos aquellos que reclaman esperanza”.

Memoria 9



Memoria 9
“Un hombre sabe de ese dolor”


La familia de Alfredo sabía que lo que habían escuchado en la radio era una falsa alarma, el teniente estaba en el antiguo hospital militar allá por el parque Cuscatlán. Lo malo de todo combate era que no todos los anunciados ese día habían corrido la misma suerte de Alfredo.

Un dolor insoportable es el que sentía él, los doctores se preguntaban el por qué no se desmayaba del dolor y era simplemente por las ganas de aferrarse a la vida, sentir el dolor tenía un significado en ese momento: Estar vivo.

Bajo del helicóptero e inmediatamente fue subido en una camilla, le quitaron la ropa y el doctor mostro un gesto de sorprendido y luego suspiro y le pregunto a Alfredo si tenía hijos: “Uno, le contesto Alfredo, aunque aún no lo conozco”.

Ese día comenzó la penumbra que terminaría en acostumbrarse al dolor diario, y es que después de la operación en el que Alfredo había perdido un testículo, (una de las seis balas se lo había destrozado).

Fueron nueve meses en los que Alfredo dejo de ver balas y guerrilleros, pero los cambió por doctores, algodones, alcohol y jeringas. No sé que era peor, si sentirse amenazado por la muerte y sobrevivir día a día, o morir lenta y dolorosamente debido a las curaciones a la que era producto Alfredo.

Lo único que tenía claro el teniente era que aquella noche de lluvia, viendo mecerse la hamaca con su mochila, aquellas balas que ese día escuchó habían sido las últimas que escucharía, Alfredo vivió la ofensiva del ‘89 en un hospital, sintiendo la impotencia de no ayudar a sus compañeros que ese día estaban muriendo en los cuarteles. “Si de ganas y valor viviera este país, fuéramos invencibles” dice Alfredo.

La guerra había terminado, no hubo victoria para ninguna de las partes, en el país se vivía un clima de alegría, claro, para aquellos que no habían perdido a seres queridos.

Memoria 8



Memoria 8
“Caliente, después te pega escalofrió”


Lo difícil a veces de la vida militar es que se tienen que cumplir órdenes o misiones a pesar de la discrepancia que se tengan sobre ellas dice Alfredo.

Ese día Alfredo aún con la espinita que paso a paso se profundizaba más debido a la muerte de su amigo, se dirigían rumbo a la torre a la que había que dar seguridad.

Los hombres se ordenaron en sus posiciones, se pusieron cómodos, uno que otro se echaba el tan anhelado cigarrito.

Como a las 5 de la tarde, se nublo todo, las gotas de agua comenzaron a salpicar la cara de los soldados, el polvo se puso de un color oscuro, casi negro, las botas se sumergían en el lodo, los uniformes se fueron poniendo pesados debido al agua que acumulaban y poco a poco el frió fue inundando el ambiente. No quedaba más que cubrirse con lo que se podía, o recostarse en algún árbol o piedra que hicieran de ese momento un recuerdo y no una pesadilla.

Dos horas más tarde la lluvia comenzó a disminuir y el sueño a invadir los rostros de aquellos soldados cansados, desilusionados y tristes. Alfredo se disponía a descansar sobre una hamaca que había colgado en el tallo de dos palos de marañón. Se balanceaba de lado a lado tratando de conciliar el sueño, cuando en esos momentos un presentimiento se le vino a la mente y decidió bajar de la hamaca y dejar tan solo su mochila que se había convertido en su mejor compañía, ya que había estado con él en muchas batallas y más de alguna vez le había salvado la vida.

La hamaca se balanceaba tan solo con la mochila de Alfredo, mientras él estaba recostado por debajo de ella. Los minutos pasaron, las horas se hacían eternas y la noche parecía nunca acabar.

En fin, a eso de las 3:30 de la mañana se comenzaron a oír los malditos chasquidos de las balas de los AK-47, y se veían pasar un montón de luces como de fuegos artificiales, (eran las luces de las balas)

La hamaca de Alfredo fue completamente destrozada a balazos, ni que hablar de su mochila, el batallón respondió el ataque, viéndose superado en cantidad; y no es que los hubiesen contado, más bien, se sentía por la cantidad de luces que se veían. 45 minutos después los guerrilleros estaban ganando terreno, varios soldados estaban muertos, otros tantos heridos y alguno que otro los nervios los traicionaban y las manos no les respondían a la hora de disparar. La cuca, sobrenombre de uno de los soldados, recibe un balazo en el hombro, inmediatamente él se para y comienza a gritar: “Mi teniente me dieron, me dieron”, el instinto de hermandad que sale a flote en esos momentos no espero, y Alfredo sin dudar un segundo se balanceo sobre la cuca, arrojándolo hacia el suelo y quedando él sobre el soldado, Alfredo le dijo en voz baja: “Cállate, cállate hacele webos” y con la palma de su mano tapo la boca de la cuca. Segundos después el momento más triste y doloroso para el teniente, se escucharon aproximadamente unos 10 disparos de los cuales 6 impactaron el cuerpo de Alfredo, la sensación es indescriptible dice Alfredo.

“Se siente caliente caliente”, luego se le aflojo algo por la pansa y no era precisamente el cincho, mucho menos el uniforme, Alfredo coloco su mano en la parte del ombligo e inmediatamente sintió el escalofrío más abrumador que jamás haya sentido y fue porque precisamente puso sus manos sobre sus tripas, la bala expansiva del AK-47 había dejado un orificio al salir tan grande como el de una cesaría de un parto.

Luego de la sensación caliente y el escalofrío tuvo que venir el dolor, ese dolor insoportable que va desde la punta de los pies hasta la coronia. Alfredo se dejo caer al lado de la cuca y solo tocaba aguantarse el dolor mientras los guerrilleros botaban la torre, tomaban las mochilas, fusiles y todos aquellos tiliches de los soldados. Alfredo pudo observar a unos 8 cuando tomaban su mochila o lo que quedaba de ella y entre el dolor, tomo su fusil, estaba decidido a morir en batalla, cuando uno de sus soldados le dijo: “No mi teniente, nos van a rematar” y posteriormente Alfredo se percato que estaba sin sus dos pies, pero vivo. Alfredo respiró ondo, y entre lo oscuro y la maleza se quedaron esperando a que se fuesen los guerrilleros.

A las pocas horas de esa batalla, en la Radio Venceremos, se oficializaba el triunfo de una batalla importante para la izquierda en esos momentos, Alfredo era anunciado como muerto entre gritos y celebraciones por parte de sus adversarios.

lunes, 12 de julio de 2010

Memoria 7



Memoria 7
“Que jodido es perder un amigo”


Es difícil de aceptar, y es más difícil de creer, que en toda guerra lo normal es que haya muertos en ambos bandos, en esos años era común encontrar cuerpos en las calles y parques, muchas veces estos no eran producto de los enfrentamientos entre la FAES y la guerrilla, pero eso es harina de otro costal como bien diría mama concha.

Una tarde similar a la de estos inviernos agobiadores que vivimos, donde los truenos se cambiaban por bombas; Alfredo había dejado el batallón Atlacatl (que eran conocidos por su famoso minuto loco, que no era más que disparar mil fusiles G-3 durante un minuto) vaya que era uno de esos batallones a los cual la guerrilla le huía, y no era para menos eran mil soldados con un adiestramiento similar a los RANGERS de los Estados Unidos.

Alfredo y su grupo de soldados se dirigían rumbo a un cerro ahí por Morazán, su misión era la de dar relevo a los que estaban ahí dando protección a un poste de tendido eléctrico que alimentaba toda la zona de oriente.

Caminando ahí por las vueltas de la calle panamericana, “la de oro”, a unas 3 horas ya de su destino, se encuentran con un grupo de guerrilleros que estaban descansando aproximadamente de unos 15 hombres, (probablemente eran de reconocimiento)

Alfredo y su grupo solo tenían dos opciones: La primera era esperar a que se fueran y la segunda era hacerles frente. De cualquier manera las consecuencias de las dos, jumm, era jodido, miré ahorita le digo por qué.

Si elegían la primera y esperaban a que se fueran, no lograrían llegar en el tiempo estipulado a su destino y ni le cuento lo que les pasaba con ese mes de pelotón y otros 5 meses embaucado en el monte; y la segunda era más emocionante, a lo mejor un poco más atrás de los 15 que estaban comiendo habían otros tantos, como para hacer una película, de cualquier manera era preferible quedar de héroe que andar con mariconadas como le definía el Capitán Agilares.

Así que Alfredo dijo: “hagámosle webos”, “Gata llévate a tres al flanco izquierdo y otros 4 al derecho, detrás de la lomita de cal, se dispara hasta que de la orden… o nos tiren primero” dijo sonriendo Alfredo.

Todos estaban en posiciones y con una zozobra un tanto emocionante a más de alguno ya le gustaba esa dosis de adrenalina que te da el jalar el gatillo y sentir la presión y los golpes que el fusil te pega en el pecho después de cada chasquido, aunque a veces esa emoción se convierte en miedo cuando te pasan los otros chasquidos cerca del oído o aún peor te pegan alguno.

El sol se había escondido, tenías unos 10 minutos de estar esperando por las de hule, como decía la Gata, no pasaba nada, más que ellos comiendo. Alfredo se comunico por señas con los flancos derecho e izquierdo, cuando este último se percato que por la parta alta de la llanura venían otros 10 guerrilleros más, lo malo no era la cantidad, sino la posición en la que estaba Alfredo, justo detrás de él y sus otros 5. Fui muy tarde, el flanco derecho comenzó el ataque a los 15 que estaban comiendo, Alfredo lo siguió y en cuestión de segundos los 10 que venían bajando se alistaron a responder al ataque, la Gata que estaba en el flanco izquierdo logró gritar a Alfredo. “Mi teniente atrás de usted”, le dijo. Alfredo y sus cinco se lograron mover hacia una roca y a cuestión de 50 metros se estaban enfrentando con los otros 10 guerrilleros.

Alfredo le dijo a Hernán Yanes (el segundo al mando después de Alfredo) “dispara cabrón dispara” y al tomarlo del hombro Yanes cae sobre las junglas de Alfredo, tenía tres disparos de un AK-47, una bala que entra con un agujero pequeño, pero atrás te deja uno que ni te cuento…… Alfredo se sorprendió, era su amigo desde que inicio la Escuela Militar, habían estado juntos en más de una batalla, habían llorado juntos sus muertos y más de alguna vez se una copita para celebrar que seguían vivos y como amigos.

Alfredo no lo creía, trago grueso y con un nudo en la garganta sabía que no se podía detener en ese momento a menos que quería seguir a su amigo Yanes, pero no era lo que su amigo Yanes hubiese querido para él, así que repelieron el ataque.

Minutos después Alfredo recogió el cadáver de su amigo, tomo sus placas le dio el fusil a la gata, la mochila al cabo y se lo hecho al lomo, caminaron por más de una hora hasta el punto donde pudiese bajar el helicóptero para llevarse los muertos y heridos. Alfredo lo puso en el suelo lo vio y hoy comenta: “Que jodido es que te maten a un amigo y más jodido aún verlo morir en tus manos”. Alfredo aún tenía que seguir su camino, no estaba herido, por lo menos de por fuera. Él y otros tantos traían heridas en el alma a las cuales no se les puede dar tratamiento ni cura más que con el tiempo.

lunes, 5 de julio de 2010

Memoria 6



Memoria 6
“El Paraíso”


Uno de soldado se conoce todo el país, dice Alfredo y en realidad así debe de ser, era común que a los 3 o 4 meses, te fueras destacado a otro cuartel, más si eras oficial, había que ir a manejar a un pelotón, la verdad no era difícil, había que tener un poquito de pajistica, para levantarles la moral.

Recuerdo -dice Alfredo- cuando el capitán Agilares no decía previo salir al monte: “En este pecho no pasan balas”, y todos los 40 del batallón salíamos con la frente en alto y sin miedo, la realidad era otra, al regreso, al que no le entraban balas en el pecho, le entraban por los ojos, por la cabeza, se les caían los pies o las manos, o venían en el lomo de algún otro que por suerte o por desgracia de ellos venían completos.

Esa vez Alfredo fue destacado a Chalate, a la cuarta brigada, al Paraíso y no precisamente al que se entiende por paraíso, era un cartel al que nadie quería ir, por la posición en la que estaba, era blanco fácilmente alcanzable por cualquier mortero, bala o incluso para una pedrada.

Aún no estaba totalmente acomodado en el catre, cuando Alfredo escuchó la voz del centinela, “formación” dijo, Alfredo solo pensó, “puta si no me muero de una bala, me muero de anemia y sueño”. Estando en el patio donde todos los días a las 5 pm se alzaba la bandera, cae como a 40 metros, un mortero, por el lado de los baños, en ese momento no murió nadie, pero era el inició de la primera vez que Alfredo vio tantos muertos en un solo día.

Después del primero, siguió el segundo y el tercero, estos por desgracia si dejaron varios muertos y un par de heridos, era difícil sobrevivir de eso. Entre balas, bombas, muertos y soldados pidiendo auxilio, Alfredo tomó no precisamente su fusil y se condujo a dar apoyo al centinela del lado sur del cuartel. “Aquí está la cuarta brigada hijosdeputa” era la frase más sonada entre balas.

El paraíso se convirtió en un infierno debido a la posición del cuartel, estaba literalmente en un hoyo, eran fácil objetivo en ese momento para la guerrilla, que hasta la fecha se cree prepararon con meses de anticipación. No había ni como darle apoyo a la cuarta brigada, eran casi 700 guerrilleros alrededor del cuartel. Alfredo veía subir por los muros a unos cuantos de ellos y que a sangre fría remataban a sus soldados, no había nadie quien salvará ese día a tanto soldado, Alfredo pensó: “Dios mío mi familia”. Pocos días antes se le había informado que era papá.

Luego de 3 horas y media de enfrentamiento, luchando a capa y espada, a brazo tendido para mantener la posición y el control del cuartel, la ayuda ese día vino de donde menos se esperaba, del cielo.

Los Huey y Md 500, dieron apoyo aéreo ese día, la lucha duró casi 7 horas, la cuarta brigada pudo repeler al ataque con la ayuda de la fuerza aérea, pero sabían de la suerte que ese día les acompaño, no iba a estar de su lado para la próxima. Alfredo recogió entre los muertos la placa de su amigo, “Que paloma es perder a un amigo” dice Alfredo.

Memoria 5



Memoria 5
“Los postes de la muerte” (reflexión)


En aquellos tiempos era difícil no escuchar balas a las 6 pm, o ver muertos en las calles debido a los enfrentamientos que se daban causa de la misma guerra. A pesar de ser una guerra de guerrillas, es decir, sin una base o target enemigo, en el caso de la izquierda, había ciertas normas que se debían de respetar.

Ver un carro con una bandera blanca, era inconcebible dispararle o tirarle una granada, o a una ambulancia causarle cualquier tipo de interferencia; existían los famosos “toques de queda”, que no era más que no andar por la calle a ciertas horas previamente establecidas, comúnmente de noche, tú podías ir a una fiesta o disco, quedarte ahí sin salir a la calle y no pasaba nada, se respetaba eso.

La preocupación radicaba más en pasar lo más alejado de los postes o que fuera caerte uno encima debido a las bombas que utilizaban precisamente para botarlos, difícil de entender, como tantas otras cosas más que se dieron en la guerra, pero táctica para la guerrilla.

Hoy en cambio, hay una guerra sin cuarteles, sin normas que cumplir, no hay postes que caigan sobre tu carro o alguna esquirla que te alcance, pero nos jugamos la vida muchos salvadoreños en los buses de las 6 de la tarde, al pasar por aquellas colonias, donde por una cora te matan, no hay toques de queda, por lo menos no oficialmente, pero hay muertos en las calles, no escuchas bombas, pero ves buses quemados, los muertos no los ponemos la Fuerza Armada o la guerrilla, los muertos los ponen los pobres…… -Dice el hoy Mayor Alfredo-

viernes, 2 de julio de 2010

Memoria 4



Memoria 4
“Es carne de chancho, putas, mejor no me arto”


Luego de tres horas de camino, en busca de dar apoyo al batallón 3 de infantería, llegaron al punto de referencia, desgraciadamente era tarde, el enfrentamiento había terminado y consigo trajo la lluvia, esa tan anhelada lluvia para los sembradores de maíz, para los que duermen en casa y viven bajo techo, pero la tan odiada para aquellos a los que se les yeden los uniformes, para aquellos que lava la sangre del herido y revive la herida debido al ardor. Eran 23 los muertos y como 8 los heridos, aquellos que estaban sin un pie, sin un ojo o ambos, sin una mano y todavía la buscaban, Alfredo sabía, que los heridos del alma eran difícil de contar en ese día.

Pero como ha de ser lógico en toda guerra siempre deben existir dos bandos y por ende dos tipos de muertos, el de este lado y el del otro lado; y del otro lado habían muertos también y por supuesto heridos, algunos los dejaban tirados, otros se los alcanzaban a llevar. Alfredo subió a una piedra que tenía una inclinación, con la cual se divisaba un panorama envidiable, lastima el paisaje, Alfredo bajo de la pierda se hizo a la orilla y vomito, y como no lo iba a hacer, si del otro lado un chancho pero como que si fuera vaca de grande, se estaba haciendo un manjar con las tripas de un guerrillero a la orilla del riachuelo que pasaba por el cerrito.

Luego de unas 4 horas y tras haber encaramado a los 23 muertos y auxiliado a los otros tanto heridos, el batallón salió del cerro, iban directo para el cuartel, les habían informado que por primera vez después de seis meses iban a tener licencia, es decir, algo así como un permiso, vacación pues. Al llegar a la carretera, en la curva una señora se acerco a Alfredo y le dijo: “Tomé son 3 colones”, Alfredo la observo y le dijo: “Que es eso”, ella le contestó “Carne, de tunco, tome, ya todos comen”, Alfredo vio a su alrededor y se dio cuenta que fuerzas perras, la gata y otros soldados más estaban comiendo con que ganas la carne, Alfredo se recordó de algo que había observado horas atrás, sonrió y le dijo a la señora “Webos, mejor no me arto”.

Memoria 3



Memoria 3
“El cigarro es mejor que el café”


Entre balas, bombazos, muertos por aquí y muertos por allá, era realmente difícil conciliar el sueño, y vaya que es difícil, si hasta ver juegos diabólicos me impedía dormir, más ahora que estoy viviendo en carne propia el infierno.
Tnte. Alfredo


Alfredo tenía más o menos 3 meses de tener a su cargo un batallón de infanteros y había ya un poco más de los 3 que él no veía a su familia más que por la foto de su esposa que siempre cargaba en su bolsillo, junto con una tarjetita, donde había escrito su nombre completo, su tipo de sangre, su lugar de nacimiento y una frase que decía: “Morir en batalla es morir con la frente en alto”; los soldados siempre lo admiraban, ya que a su corta edad, 21 años, hablaba como un capitán o un coronel inclusive; Alfredo sabía que los 50 hombres que estaban con él, eran sus amigos, sus hermanos, su familia y que se debían proteger unos con otros.

El oriente del país, siempre fue la zona más asediada por la guerrilla, donde se libraban los más fuertes enfrentamientos entre la guerrilla y la Fuerza Armada. El batallón Belloso, estaba conformado por más de mil efectivos, armados hasta la madre, los G3 eran los preferidos, pero los M-16 sacaban de aguas también.

Alfredo y sus 50 hombres eran parte de este batallón, la misión de hoy era hacer caminos de reconocimiento y sacar a guerrilleros que se tomaban algunos pueblos.

Tras una semana de andar en el monte, aún no se habían encontrado con ellos, había sido tranquila la semana, pero sabían que no duraría mucho. Llegaron a un pueblecito ahí por Usulután, buscando para Berlín, la niña Teresita como le decían los vecinos los recibió ese día, todos se sentaron a descansar, Alfredo dijo: “Hay que asegurar la zona”. La señora les ofreció comida, agarren la gallina que sea y se las hago en sopa dijo……. Ese día había sido el primero tras meses que ellos probaban algo distinto que no fuese jamón, maíz o cualquier otro tipo de comida enlatada que se venga a la mente.

La niña Teresita les dijo, “No han de andar lejos, ayer estuvieron por acá, eran como 200”, Alfredo se sorprendió, el cabo, al que todos le decían Fuerzas Perras, silbo y dijo: “Jueputa, me van a sobrar balas todavía” y luego se tiró un carcajada mentirosa, entre nervioso y agitado. Ese día pasaron la noche en el pueblecito, afuera de la humilde casita de niña Teresita, sabían que al amanecer volvían a tirar su suerte al aire.

Pues bien, no todo es bueno, o por lo menos no para algunos, en guerra no se puede confiar ni en la sombra, había que quedarse haciendo centinela durante toda la noche. Entre tragos de agua, suspiros y recuerdos de la familia, Alfredo les decía a 3 soldados: “Puta, en este trabajo no debe hacer falta, unas buenas botas, un fusil bien aceitado, los webos bien puestos y los cigarritos, estos te mantienen despierto y puta que pegan, mejor que el café de mi abuela”.

La radio comunicadora comenzó a esparcir gritos, Alfredo corrió rápidamente, lo tomó y escucho: “Mi Charlie, apoyo”, tomaron sus armas y el batallón se dirigía a darse unas gotas de adrenalina pura, eran 50, difícilmente niña Teresita iba a volver a preparar 50 tortillas de maíz en comal.