La educación más que cualquier otro recurso de origen humano es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social

martes, 28 de diciembre de 2010

La Pena de Muerte



Hace dos semanas asistí a un proceso de selección, para ingresar a un taller dentro de un Banco muy reconocido en el país, ese proceso estaba formado por dos etapas: la primera fue un examen de matemática y lógica, la segunda fue una mesa de discusión; el tema a tratar fue “LA PENA DE MUERTE”, en ese momento, me puse a reflexionar que tenía que ver dicho tema en el proceso, luego comprendí que eran por motivos de evaluación de los responsables de seleccionar.

Más allá de los resultados obtenidos en el proceso, me surgió la inquietud de este tema; ¿Qué si sería la solución a la violencia en el país? ¿Por qué la iglesia se opone? ¿Por qué hay divisiones políticas acerca de este tema?
Pues bien, para hablar y opinar acerca de algún tema en particular, siempre debemos tener una base, y que sea fundamentada; pues gracias a la historia podemos partir de esta y analizar el tema.

A lo largo de la historia la pena de muerte ha sido la pena por excelencia. Quienes han detentado el poder en las distintas épocas y culturas han encontrado en ella un instrumento determinante para imponer su modelo social; o para perpetuar, abiertamente y sin tapujos, sus propios privilegios.

La pena de muerte, pena capital o ejecución consiste en provocar la muerte de un condenado por parte del Estado, como castigo por un delito establecido en la legislación; los delitos a los cuales se aplica esta sanción penal suelen denominarse «crímenes» o «delitos capitales».

La ejecución de criminales y disidentes políticos ha sido empleada por casi todas las sociedades en un momento u otro de su historia, tanto para castigar el crimen como para suprimir la disensión política.

La Torá (ley judía), también conocida como el Pentateuco (el conjunto de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento cristiano), establece la pena de muerte para el homicidio, el secuestro, la magia, la violación del shabat, la blasfemia y una amplia gama de crímenes sexuales, aunque la evidencia sugiere que las ejecuciones en realidad eran raras. Tenemos otro ejemplo en la Antigua Grecia, en la que el sistema legal ateniense fue escrito por primera vez por Dracón hacia el 621 a. C.; en él, se aplicaba la pena de muerte como castigo por una lista bastante extensa de delitos (de ahí el uso moderno de «draconiano» para referirse a un conjunto de medidas especialmente duro). De manera similar, en la Europa medieval, antes del desarrollo de los modernos sistemas de prisiones, la pena de muerte se empleaba de manera generalizada. Por ejemplo, en los años 1700 en el Reino Unido había 222 crímenes castigados con la pena capital, incluyendo algunos como cortar un árbol o robar un animal. Sin embargo, casi invariablemente las sentencias de muerte por crímenes contra la propiedad eran conmutadas a penas de traslado a una colonia penal, o algún otro lugar donde el recluso debía trabajar en condiciones muy cercanas a la esclavitud.


La pena de muerte viene a partir de la tan famosa “Ojo por ojo y diente por diente” o mejor dicho la Ley del Talión, 1700 a.C. del Código de Hammurabi. Sino recordemos aquella historia que a más de alguna nuestros padres nos pudieron contar, el presidente que le corto la mano a su propio hijo, o mas de alguno ha escuchado susurrar: “En los 70’ podía dejar la puerta abierta en mi casa o caminar de noche en pleno centro de San Salvador”.

Pero si partimos de la frase muy realista de Martín Luther King: “La violencia engendra más violencia”, podemos asegurar que dicha pena de muerte no tuviese lugar en el pensamiento de los ciudadanos, pero lo que más llama la atención es la división y lo difícil que es tratar acerca de este tema.

Hasta la iglesia en sus principios adopto esta forma de represión a todos aquellos que pensaban diferentes, “La Inquisición”.

Pero remontarnos al pasado para tratarlo de cambiar, es tarea imposible; más bien, de los errores se aprende.

Por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial existe una tendencia clara a nivel mundial hacia la abolición de la pena de muerte. En 1977, 16 países eran abolicionistas de facto, cantidad que asciende en el 2007 a 128: 89 países han abolido la pena capital para todos los crímenes, 10 para todos excepto bajo circunstancias especiales (generalmente en estado de guerra), y otros 29 hace más de 10 años que no la aplican. 69 países aún contemplan la pena de muerte dentro de su legislación; varios de ellos permiten su aplicación a menores de 18 años (en el 2006 Irán ejecutó a 4 menores, y Pakistán a uno).

La República Popular China realizó más de 3.400 ejecuciones en el 2004, más del 90% del total mundial. Aunque en algunos casos se emplea un pelotón de ejecución, China ha decidido recientemente que todas las ejecuciones se realicen mediante inyección letal. Irán realizó 159 ejecuciones en el 2004. En los Estados Unidos de América, Texas es el estado que más ejecuciones realiza, con 370 entre 1976 y 2006. Singapur es el país con más ejecuciones per cápita del mundo, con 70 ahorcamientos para una población de cerca de 4 millones, y tiene, junto con Japón, la menor tasa de asesinatos.

En el año 2006, se realizaron ejecuciones en 25 países:
Arabia Saudita,
Bahréin,
Bangladesh,
Botsuana,
China,
Corea del Norte,
Egipto,
Estados Unidos,
Guinea Ecuatorial,
Indonesia,
Irán,
Iraq,
Japón,
Jordania,
Kuwait,
Malasia,
Mongolia,
Pakistán,
Singapur,
Siria,
Somalía,
Sudán,
Uganda,
Vietnam y
Yemen.

En ese mismo año, el 91% de las ejecuciones tuvieron lugar en tan solo seis países, listados de mayor a menor cantidad.
El uso de la pena de muerte está cada vez más restringido en los países retencionistas. Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Estados Unidos son las únicas naciones consideradas primermundistas que mantienen la pena de muerte.

Si bien es cierto, aún son muchos los países que mantienen la pena de muerte dentro de sus penas, no son países con índices de violencia baja y nada nos asegura que lo serán. SI dentro de las leyes fundamentales de la sociedad, está el Derecho a la Vida, estaríamos ante una aprobación anticonstitucional.

A mi forma de ver, la aprobación de dicha ley, no es como lo plantean; no es algo que dará solución a la problemática del país, sino más bien, es un ladrillo que forma la parte alta de una columna a la que le podemos llamar “Soluciones Sociales”, siendo esta o no imprescindible.
De todos es bien sabido, que lo que fundamente un edificio por más alto que este sea, o más fuerte que se vea: son los cimientos con el que se construya, de igual manera se da en la sociedad, los problemas vienen de abajo, de atrás o del fondo. Es muy difícil corregir a un hombre de 25 años, si cuando tenía 5 o 6, se le aplauden sus picardías.

La aprobación de la pena de muerte sería lavarnos las manos y callar durante algunos años a la sociedad, pero el no aprobarla sería quedarnos con los brazos cruzadas en espera de que el edificio llamado sociedad se comience a desmoronar. Dios es el único que tiene derecho de quitar la vida, si el asesino se atribuye esa responsabilidad que no es suya, porque nosotros no habríamos de atribuírnosla con el asesino.

Son preguntas muy difíciles, lo importante es reconocer que enfrentamos un serio problema, y si la sociedad no sustenta el dialogo, no hay consenso, no hay participación ciudadana y será muy complicado que lleguemos a resultados.

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